viernes, 26 de junio de 2009

Capítulo 1.3: El lugar

Cojo el carrito con todo lo que me ha podido alcanzar: patatas, agua, latas de conservas, más latas de conservas, sal, aceite, y lo dejo apartado a un lado. Me sitúo justo enfrente de los zombies, sólo nos separa un cristal. No hay nada que les distraiga de mi posición. Ahora hay más de una docena y todos ellos sólo tienen ojos para mi, ni tan siquiera se immutan cuando reciben un codazo de algún otro para tomar posiciones más avanzadas. Son peores que animales.
Justo delante mío tengo una mujer de unos cuarenta años, tiene el pelo rubio, lo lleva sucio y encrespado. Los cabellos le caen por delante de la cara y ni se preocupa por ello, parece como si hubiese perdido el reflejo de apartarlos y ponerselos detrás de la oreja, es alucinante. Todos me miran a los ojos con ánimo de deseo. Finalmente los cierro y rezo. Cojo el palo de golf aunque mi intención no es distraerme matándolos uno y a otro, lo único que quiero es despistarlos por los pasillos del supermercado y volver a mi refugio.
Quito el seguro de las puertas de cristal y las abro. Se lanzan hacia mi. Son lentos, lentísimos. Me da tiempo a ir casi andando. Me van siguiendo, corro en dirección a la puerta roja y llego hasta el final del supermercado. Como era de preveer todos los zombies van por el pasillo que queda a mi izquierda mirando a la entrada, cuando están a media altura del pasillo corro sigilosamente en dirección a los muertos pero por el pasillo de al lado. Aun así y de golpe cambian de dirección volviendo hacia la entrada que es donde ya me encuentro. Cojo el carro y salgo del supermercado cagando leches. Empiezo a correr, se me ha caido algo, no se lo que es., pero no le doi importancia. En las inmediaciones del supermercado hay más zombies. Cinco, seis, siete... diez... ¡Cuento hasta quince! Empiezo a correr en dirección a mi refugio, la verdad que no se si es buena idea volver. La puerta es segura, la he reforzado con planchas metálicas. Tiene una pequeña habitación con un colchón donde duermo las horas que puedo, pero no tengo agua potable. Tiene una ventana también reforzada con una plancha de metal con nueve pequeños agujerillos que me permiten mirar al exterior. Aun así tengo más de veinte zombies detrás de mí, son lentos, sí, pero me pueden seguir y llegar finalmente hasta dar con el refugio. La verdad que dudo donde ir. La opción más fácil es volver al refugio, aunque quizás con tantos zombies pisándome los tacones no sea la más segura. La otra posibilidad sería buscar un buen lugar donde poderme proteger con garantías de estos sonámbulos.

2 comentarios:

Toni dijo...

Que se te habrá caido alma de dios

Norimaki dijo...

Se q no es buena esta tercera parte del primer capítulo, pero mejorará :p